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COLUMNA 1 DE LA SABIDURÍA. CONOCIMIENTO O SABER. (Parte 4)

Por José Luis Taddei.

Compra la verdad, y no la vendas; la sabiduría, la enseñanza y la inteligencia.

Libro de los Proverbios de Salomón 23:23


Pocos le dan importancia a conocerse de sí mismos sin saber, que el autoconocimiento es la base de todo el conocimiento sobre el mundo, porque nos permite saber de dónde venimos, porqué estamos aquí y hacia dónde vamos. Este desconocimiento, les ha impedido a muchos manifestar el potencial ilimitado que tienen y requiere ser desplegado; potencial ilimitado que nos fue dado desde el mismo momento en que fuimos concebidos.


Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. Salmos 139:16

También desconocen que es el ego y esta ignorancia, los lleva a vivir dominados por las distorsiones que surgen de él. El egoísmo, el egocentrismo y la egolatría.


En el alma está asentada el Yo, el ego; y todos, sin excepción, nos vinculamos frente a los demás y con nuestro entorno a través de nuestra alma y nuestro ego. Así, Yo José Luis, el que se presenta ante los demás, reacciono o respondo frente a las circunstancias que enfrento cada día a través de ellos.


¿CÓMO SE FORMÓ EL EGO?


El ego es algo que existe en todos los seres humanos. Es lo que nos distingue como individuos, como entes únicos e independientes en relación con los demás. El ego empezó a aparecer hacia el final del primer año de vida. Fue cuando empezamos a desarrollar la capacidad para mover las manos, para abrirlas y cerrarlas, y adquirimos la capacidad de observar.


Después empezamos a utilizar las piernas para desplazarnos, lo que nos permitió percibir todo lo que existía en nuestro entorno, empezamos a descubrir el mundo; y, lo más importante, nos dimos cuenta de que no éramos una sola cosa con nuestra madre, que éramos una persona distinta y que los objetos a nuestro alrededor tampoco formaban parte de nosotros.


Con ello iniciamos el proceso de individuación, proceso mediante el cual, los seres humanos debemos convertirnos en individuos integrados, completos, a fin de alcanzar la madurez, para lograr ser totalmente autónomos e independientes y conscientes de sí mismos.


Después empezamos a aprender y hacer uso del sistema neurolingüístico, el cual nos permitió comunicarnos. Empezamos a experimentar emociones y sentimientos y fueron surgiendo las partes psíquicas, lo relativo a la mente y las funciones psicológicas que necesitábamos para desenvolvernos; una de ellas, y sin la cual no podríamos vivir, fue el ego, el Yo, el cual se consolidó hacia los tres años de edad.

Antes de que el ego se consolidara, durante nuestros primeros tres años de vida, éramos espontáneos, sinceros, alegres y amorosos. Actuábamos sin miedos ni malicia como un reflejo directo de nuestra alma pura, con total integridad, cómo está representado en este círculo; y vivimos hasta ese momento vacíos de creencias, aceptando como verdad todo lo que nuestros padres nos decían.


Pero a medida que fue pasando el tiempo, incorporamos sin darnos cuenta las actitudes, ideas, temores, maneras de ser o creencias de nuestros papás, quienes empezaron a decirnos lo que era bueno y malo. Nos enseñaron la forma correcta de comportarnos y las formas malas e incorrectas que debíamos evitar. Es decir, adquirimos el conocimiento del bien y el mal.


Fuimos creciendo y en nuestras acciones mostrábamos las buenas maneras de ser, y cuando actuábamos de la manera en que nos habían dicho que era malo, aprendimos a esconderlo, porque habíamos descubierto, como lo hicieron Adán y Eva en su momento, los sentimientos que producen el miedo y la vergüenza, el verse mal; y fue así como aprendimos que era mejor mentir que decir la verdad, o justificarnos para evitar la reprimenda o un castigo ejemplar.


Pero en todo ese proceso algo fue sucediendo sin darnos cuenta. En el nivel consciente fuimos guardando las cosas que sabíamos que eran buenas, lo que estaba bien; mientras que, en una zona oscura, en el inconsciente, fuimos ocultando a los demás y con el fin de vernos bien, las que nos dijeron que eran malas.


Por diversas causas, o por los ejemplos vistos en los padres, las actitudes egoístas, egocentristas y ególatras iniciaron su gestación. Aparecieron las mentiras, la codicia, la ira, la avaricia, la vanidad, la envidia y otras actitudes que enfermaron el alma, distorsionaron el ego y han llevado a quien las vive, al deterioro físico, emocional y espiritual.


Salomón lo sabía y por ello enseñó: El corazón apacible es vida a nuestro cuerpo; pero la envidia consume poco a poco los huesos. Pro. 14:30. También dijo: Cruel es la ira, e impetuoso el furor (la cólera o ira exaltada); más ¿quién podrá sostenerse delante de la envidia? Pro. 27:4.

Hay una fábula que cuenta de dos personas. Una era codiciosa y otra envidiosa, a quienes otra persona poderosa prometió concederles todo lo que pidieran; perode lo que pidiera el primero, daría el doble al otro.


El avaro no pediría primero, porque deseaba obtener la doble porción, y el envidioso no estaba dispuesto a hacer la primera petición, porque no podía soportar que el otro se beneficiara. Los dos se mantenían silenciosos. Finalmente, el envidioso decidió ser el primero en hacerlo. Pidió que le sacaran uno de sus ojos. ¿Qué le sucedió al otro? Le sacaron los dos. Un ego distorsionado es capaz de todo.


Al necio lo mata la ira, y al codicioso lo consume la envidia. Job 5:2

Por ello Salomón aconsejó: No comas pan con el avaro, ni codicies sus manjares; porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él. Pro. 23:6-7


Pasó el tiempo y llegamos a la adolescencia. Descubrimos la sexualidad, las emociones románticas, quizá sufrimos bullying, decepciones y algunas otras experiencias desagradables.


Pero hay algo más. También en la parte oscura del ego quedaron guardadas, para quien las vivió, las experiencias traumáticas. El abuso físico o sexual, las agresiones verbales, el abandono o muerte de alguno de los padres, o las carencias afectivas o económicas con todos los sentimientos que estas produjeron; eventos que, además, dañaron seriamente su autoestima.


Y así, llegamos a la vida adulta sin darnos cuenta, que a lo largo de los años hicimos una división en nuestro Yo, creando dos polos. Por un lado, las maneras de ser que nuestro ego sabe que son positivas que deja a la luz; y en el otro polo, las que sabe que son negativas, las cuales enmascara o esconde de la mirada de los demás, como lo vemos en la siguiente figura.

Y es que a nadie nos gusta que nos digan que somos agresivos, envidiosos, temerosos, falsos, egoístas o mentirosos. Por el contrario, nos gusta que nos reconozcan ser todo lo contrario. Que somos valientes, no cobardes; generosos, no egoístas; todos esos calificativos que nos llevan a sentirnos satisfechos y a vernos bien.


Y como la persona no comprende el costo que tiene esta división, la defiende y actúa como si fuera un actor en escena con los personajes que ha creado para verse bien, escondiendo con diversas máscaras lo que no quiere que los demás vean, lo oscuro de sí mismo, auto engañándose, al no querer verse tal como es.


El ego enfermizo se encargó de esa tarea, dando como resultado la identidad que define la psicología; con la cual, se supone, el individuo está listo para salir al mundo a desempeñar en la sociedad la tarea que le corresponde como hombre o mujer adultos; y con esa identidad deben desenvolverse, alcanzar sus metas y cumplir sus expectativas.


Por la misma razón, en sus acciones cotidianas busca vivir experiencias de poco riesgo o de riesgo calculado, que no ponga en peligro su manera de ser real, que no muestre sus temores, sus sentimientos de inferioridad, su egoísmo, posesividad o sus conductas impulsivas, las otras máscaras de su personalidad; y en su lugar, sólo vive experiencias que afirmen su falsa identidad y contribuyan a que se vea bien.


Así, se reúne con gente similar a sus formas de pensamiento y de ser, personas que lo validen y lo apoyen. No le agrada quienes lo contradicen o lo hacen ver sus actitudes negativas, ni se junta con los sabios (Pro. 15:12) para que no lo confronten; sino con los que le dan la razón, actuando a través de sus personajes para sobrevivir y obtener lo que quiere.


Sin embargo, en su trabajo, en su actuar consigo mismo, en sus relaciones de amistad o en las de pareja, habrá momentos donde por algunos estímulos que surjan, saldrá a la luz lo que está en su parte oscura, porque el labio veraz permanece para siempre; pero la lengua mentirosa solo por un momento. Pro. 12:19; y empezarán los conflictos derivados de su egoísmo, egocentrismo o egolatría; y con ello, el drama de su vida, por su falta de entendimiento. Pro. 10:21

Esta es la razón por la que Salomón señaló: No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes con el hombre de enojos, no sea que aprendas sus maneras, y tomes lazo para tu alma. Pro. 22:24-25. En otras palabras, para que no enredes a tu alma, que es su significado desde el lenguaje original; donde enredar, es enmarañar una cosa con otra y eso es el ego incrustado en el alma.


Ahora bien, cuando desde el autoconocimiento contemplamos lo que realmente somos, espíritu hecho a imagen y semejanza de Dios; no con lo que solemos identificamos, el yo físico y mental, entonces podremos avanzar por el sendero de la transformación.


Así, la vida espiritual que está en forma de embrión empezará a desarrollarse y nuestro poder interior se mostrará en nuestra vida. ¿A causa de qué? De unir nuestro espíritu con el Espíritu divino para entonces, producir su fruto.


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